lunes, 5 de noviembre de 2007

Cosas que plazan.

"Nos queda la plaza cuando la gente se vaya..." (E.B.)

Qué dulce es ver reflejado en ellos ese amor asfáltico... son los ángeles de la guarda de ciertas costumbres impopulares que todavía aguantan a la sombra de los ultravioletas. Acá esá nuestra actualidad, nuestro ensayo de vida en la medianera de lo estipulado, del "fuera y dentro".
Quizás seamos demasiado distintos, pero congruimos en una trinchera de lujos sencillos, con juegos sólo aptos para grandes imaginaciones, donde los niños interiores salen a tomar aire.
Es un gran campo de batalla para luchar contra la frivolidad prefabricada, que nos come crudos en las estadísticas, en los números, en las probabilidades, pero esas armas son como los dioses: su poder es directamente proporcional a la fe que posemos en ellos. Y juegan tan de visitante que se nota el miedo en sus caras cuando relojean el terreno.
Acá aprendemos, y cuánto que aprendemos...
Hasta el más demonio puede resultar amigable si se lo sabe tratar, llegando a dejarte un diezmo para alquilar su conciencia y la cancha.
También tenemos una máquina del tiempo que funciona con carcajadas como combustible, aunque todavía sólo sabe ir al pasado (creo), pero con eso nos sobra para estrecharnos y vencer a la siempre jodida soledad nocturna.
Y es un museo vivo de esta amistad, un cementerio de penas, una isla que no aisla, ideal para desnaufragar. Una paradoja de la memoria.
Acá profundizamos el compartir, y compartimos el profundizar. Pasamos de humoristas a políticos, de jueces a testigos, de jóvenes a niños (y a veces a viejos).
Qué fantástico transmutador...