viernes, 11 de enero de 2008

Cinco locuras, un balcón.

Un rectángulo cúbico es mucha prisión para una troupe de limones que chorrean gotas ácidas con el amanecer de fondo.
También tienen sabias semillas que brotan en risas de dinamita carcajeante.
No hay comprensión, sólo destellos de evolución que terminan en chistes absurdos y más estallidos.
Cables, punkis, Florencia, ganchos, incredulidad, alternos, alba, perro, locura.
Todo de este lado de la ventana, donde el afuera resulta más preso que el mismo adentro.

Demasiada vidriera.

Hay un álbum de marcas a punto de llenarse que resulta la paradoja perfecta para este ensueño verde con olor a sal y rugido constante.
Qué furia despierta la uniformidad, la chatura, el buco ordinario que le atraviesa la frente a estas generaciones de juventud estática, de periplo eterno entre la red y el suelo, sin siquiera un salto que los desprenda del liso proceder.
Se camuflan en el rebaño pero buscan sobresalir perfeccionando su monotonía ¡qué absurda tentación!
Y los pedazos de carne que se ofertan como medias reses lujuriosas para jugar al deseo con la perversa y frívola gula de una brasa hueca.
Si es tanta su pasión por la piel ¿por qué la obsesión en el disfraz?
Al fin y al cabo todas las emociones también las compran por separado, como los bonitos accesorios de esos maniquíes andantes, modelos a seguir, o ya seguidos.
¿Saldrá alguna historia de estos rejuntes de vidriera?
¿Serán todas tan similares como sus peinados? ¿como sus gestos tal vez?
Ojalá los años me permitan seguir siendo un turista de la temporada, un extranjero por tres meses.

martes, 1 de enero de 2008

Nueva vuelta.

Otra vez el asfalto es una pista gigante, donde circulan festejos con patas y ruedas.
Otra vez ese carnaval que se va, y ese que llega atrás, pegado, con la trompa en el guardabarros como para no pagarle peaje a la nada.
Y que no o que sí, la vuelta la dimos igual, y los ciclos, después de todo, parecen existir.
Así que los sueños se lavan la cara, las uvas rellenas de ilusiones son el plato fuerte y todo lo que presentimos o precisamos se condensa en un momento de deseo de puño cerrado o de lágrima de deshielo.
De golpe los doce pasos de la carrera hacia el penal quedaron atrás, y nos encontramos rematando hacia el porvenir con la mejor pegada que tenemos.