lunes, 23 de julio de 2007

Adoquines.

Cada adoquín esconde su verdad
como testigo de la realidad real,
sin mosquiteros audiovisuales
ni locutores de leches malas
intérpretando una macabra ilusión.

Porque ante su vista sucede todo
con los detalles y sus lujos
(imposibles de captar
con una lente o micrófono).

Son como árboles volcánicos
destinados a trascender
el tiempo sin tiempo
de los seres dinámicos.

Y ver pasar como pergaminos
las realidades urbanas
que nadie perpetuará en su recuerdo.

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