miércoles, 14 de enero de 2009

Calles que no se callan.

Todavía queda barrio incrustado en algunos recovecos.
Ochavas que tienen dueños, placitas tan vivas de noche como de día, almacenes dispersos, con esa cordialidad amistosa que ofrecen siempre...
O esos que salen a tomar aire, sentados en la vereda como ajenos al encierro que propone la inseguridad televisiva.
Queda algún zapatero remendón, algún carnicero bromista, de perenne buen humor.
Todavía hay amor en las hendijas de los adoquines, o en las paredes que la noche invita a escrachar, para gritarle en silencio a la ciudad lo que parece querer obviar: la pasión, el ideal.
Y salir a caminar nos ayuda a comprobar que la vida es mucho más de lo que podemos ver y oir del lado de adentro de las paredes. El encierro sólo llama a la soledad (hermana de la desesperanza).
Salgamos, entonces... que allá afuera es carnaval.

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